Sammy sufría el síndrome de progeria de Hutchinson-Gilford, un trastorno genético extremadamente raro que hacía que el niño envejeciera a cámara rápida. No había cura. Lo normal, dijeron los médicos, es que Sammy muriera antes de cumplir 13 años.
Sammy sigue vivo. De niño, conoció a uno de los principales expertos del mundo en envejecimiento, el español Carlos López Otín, y decidió seguir sus pasos para investigar su propia enfermedad. A sus 23 años, Basso se acaba de licenciar en Biología en la Universidad de Padua y hoy publica junto al equipo de López Otín los resultados de un tratamiento experimental que ha logrado aumentar un 25% la longevidad de ratones afectados por el síndrome. “No sé si me ayudará a mí, pero por primera vez puedo creer que, en el futuro, los niños con progeria podrán vivir una vida normal”, explica Basso desde un hospital italiano, donde acaba de superar una operación a vida o muerte para sustituirle una válvula del corazón dañada por la enfermedad. “Estoy muy feliz”, celebra.
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