Los trabajos se centran en las proteínas cuya acumulación en el cerebro caracteriza la enfermedad
El alzhéimer pertenece a ese grupo de enfermedades de las que no se sabe la causa. Se conocen sus manifestaciones en el paciente, y en su cerebro: una acumulación de dos proteínas llamadas tau y beta-amiloides. Pero se ignora cómo se desencadena esa anormalidad. Sendos estudios publicados esta semana apuntan a dos factores relacionados, tan dispares como la falta de sueño y una bacteria que causa gingivitis.
En uno de ellos, publicado en Science Translational Medicine, un equipo dirigido por Jerrah K. Holth, midió la proteína tau en el cerebro de ratones y en el líquido cerebroespinal de personas. En los animales se observó una relación directa entre la cantidad de esta proteína liberada al espacio intersticial (el que hay entre las neuronas) y el estado de vigilia. Durante el sueño, la segregación de tau baja, y cuando el animal se despierta, esta aumenta hasta un 90%. Eso en condiciones normales. Si se somete al roedor a un periodo de vigilia forzado (30 horas o más), la concentración sube hasta duplicar el nivel durante el sueño.
En los humanos se da un proceso similar. Por cuestiones de seguridad de los voluntarios, no se midió la tau en el cerebro, sino en el líquido cerebroespinal (el de la médula) que es mucho más fácil de conseguir.
Este artículo sí describe el mecanismo de actuación. Este consiste en que la bacteria genera unas toxinas, las gingipaínas, que son neurotóxicas y afectan a las proteínas tau en ratones, y les causan caño cerebral, según describe el artículo. Es más, los investigadores han sintetizado una molécula que bloquea las gingipaínas, y han observado, siempre en el modelo animal, que el efecto se revierte. En el mismo artículo anuncian que han pedido permiso para probarlo en humanos.
Una de las dudas que podía haber en este trabajo era si podía darse la relación inversa: que el alzhéimer provocara un aumento de las infecciones de las encías por un deterioro en las habilidades de las personas que les hiciera descuidar su higiene bucodental, pero el estudio ha demostrado que, al menos en ratones, es al revés: la mala salud oral repercute en el cerebro
Esta relación entre la placa bacteriana y el cerebro es una manifestación más del impacto de los microorganismos y la salud de las personas que los alberga. Igual que la microbiota intestinal se relaciona con numerosas enfermedades, la de la boca se asocia a dolencias que van desde la diabetes a las cardiovasculares.
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