El esterotipo del científico loco se ha reproducido en novelas, películas, series y cómics hasta la saciedad, atribuyéndole una serie de características que todos damos por comunes. Pero, ¿por qué? ¿qué hay de realidad en todo esto? Eso es lo que trata de descubrir el libro «El 'científico loco': Una historia de la investigación sin límites», aplica el método científico para analizar los «rasgos sobresalientes» de esta «especie desconocida».
Así, han analizado algunos de los muchos científicos que llevaron a cabo experimentos extremos entre la vida y la muerte; lo visible y lo invisible; y la Tierra y el resto del Universo, incluso con extraterrestres encarnados en mapaches fluorescentes.
Uno de ellos es el famoso columpio resucitador.
Los ecos de la resurrección de los muertos llegaron hasta el siglo XX. Robert Cornish (1903-1963), científico precoz que a los 22 años ya tenía un doctorado, se sintió atraído por el impulso de devolver la vida a aquellos que la habían perdido.
Para ello, ideó un sistema bastante llamativo. «Fijando el cadáver de un individuo, fallecido recientemente y sin lesiones físicas, a una especie de plano inclinable en varias posiciones (básicamente un columpio basculante de parque infantil), y moviéndolo arriba y abajo, era posible hacer que la sangre circulase de nuevo, y por lo tanto se reactivasen las funciones cerebrales y cardiacas», explican.
Los primeros experimentos con personas ahogadas y a las que les habían dado infartos no tuvieron mucho éxito, si bien Cornish aseguraba que les volvía el color en los rostros pálidos y que incluso había detectado alguna señal de pulso. Mejoró el sistema y a perros que sacrficaba les inyectaba coagulantes y estimulantes justo antes de «columpiarles», con lo que sorprendentemente sí obtuvo resultados: algunos canes resucitaron y llegaron a sobrevivir meses (aunque con severos daños cerebrales y ciegos).
Después de esto, la fama del científico creció tanto que llegó a protagonizar en 1935 la película de serie B «La realidad increíble», en la que Cornish hacía de sí mismo. Los animalistas y otros grupos se le echaron encima y fue expulsado de la universidad. Sin embargo, en 1947 anunció que había mejorado su técnica gracias a una máquina construida con piezas de aspiradora y tubos de fontanero, pero no consiguió probarla nunca.
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