viernes, 10 de mayo de 2019

GRIPE Y LLAMAS

Una combinación de anticuerpos de llamas y de humanos administrada mediante un virus protege de casi todos los tipos de gripe. El experimento se ha realizado en ratones y muestra toda la complejidad de la lucha contra el virus de la gripe o influenza, pero también buena parte del ingenio humano. Aunque aún queda mucho para su ensayo en humanos y muchas cosas pueden salir mal hasta entonces, esta nueva estrategia acerca la promesa de una vacuna universal contra la influenza.


El virus de la gripe es uno de los más escurridizos que hay. Además de los centenares de tipos, subtipos y cepas identificados, su tasa de mutación —y así escapar al radar del sistema inmunitario— es muy alta. Buena parte de esa habilidad del virus para la fuga se la debe a una sustancia que, como si fueran flores, brota de su superficie en ramilletes de tres en tres. Se llama hemaglutinina (HA), una proteína que destaca en un doble sentido: es la encargada de fijar el virus a la célula infectada pero también es la parte más expuesta y a la que primero reaccionan las defensas.


Por eso, las vacunas actuales apuntan contra la hemaglutinina, en particular sus tres cabezas. Pero esta porción es también la más mutable. En 1968 un brote de gripe iniciado en Hong Kong degeneró en la tercera mayor pandemia del siglo. En apenas un año murió un millón de personas. Su enorme impacto se debió en buena medida a que las defensas humanas no estaban entrenadas. El virus, el H3N2, mostraba una variación en la cabeza de la HA que retrasó su detección por parte de los anticuerpos. Desde mediados del siglo pasado, el virus de la gripe H3N2 ha sufrido 75 cambios en las proteínas HA. Esto ejemplifica porqué la vacuna es también diferente cada año y solo puede diseñarse para una o dos de las cepas dominantes cada temporada.


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