Dentro del Departamento de Defensa de Estados Unidos, uno de los proyectos recientes de una agencia suena futurista: millones de insectos que portan virus descienden sobre cultivos y luego los modifican genéticamente para que soporten sequías, inundaciones y ataques externos, y así se asegura un suministro permanente de alimentos seguros.
Sin embargo, en una advertencia que se publicó el 4 de octubre en la revista especializada Science, un grupo de científicos y abogados independientes refutó la investigación, que aún no sale del laboratorio. Argumentan que este proyecto no dista mucho del diseño de armas biológicas —que se prohibió conforme al derecho internacional desde 1975— que podrían llenar de plagas y destruir hectáreas de cultivos.
La controversia es el episodio más reciente de un debate internacional en curso sobre el desarrollo de lo que se conoce como investigación de doble uso: descubrimientos tecnológicos que pueden ser benéficos o suponer amenazas al bienestar humano. A medida que las herramientas de edición genética se vuelven cada vez más accesibles, científicos, expertos en ética y legisladores están sopesando los aspectos positivos que los descubrimientos fundamentales podrían aportar a la humanidad contra su potencial perverso.
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