En el trasplante renal, la combinación de donante mujer con receptor varón también conlleva un mayor riesgo de fracaso que cuando ambos son hombres. Como en el caso del corazón, tradicionalmente se ha recurrido a explicaciones fisiológicas: un riñón más pequeño —como suele ser el de la mujer— tiene menos nefronas y no cumple la necesidad de filtrado de un paciente masculino, que suele tener mayor envergadura que la donante. El hecho de que los trasplantes renales de niños a adultos también sean menos exitosos de lo habitual presta apoyo a esta hipótesis. Pero, sorprendentemente, el trasplante renal de mujer a mujer también tiene menos éxito, de media, que el de hombre a mujer. El riesgo es menos acusado que cuando la donante es mujer y los sexos no coinciden, pero apunta a una característica intrínseca del riñón femenino, y no del trasplante entre sexos, como la causa de los fallos.
Tullius y sus compañeros creen que la respuesta inmune que genera el riñón femenino es más potente que la del riñón masculino, independientemente del cuerpo al que se trasplante, por las condiciones en que se desarrolla el órgano. Su exposición natural al estrógeno, una hormona sexual femenina, estimula la producción de células inflamatorias y la presentación de antígenos en el órgano de la mujer. Estas proteínas delatan al órgano como extraño al entrar en su nuevo cuerpo, y allí estimulan una reacción inmune que puede conllevar un fallo renal. La hormona masculina testosterona, en cambio, parece inhibir la producción de las mismas células inflamatorias y de la respuesta inmune postrasplante.
Lo más curioso es que las mismas hormonas femeninas que vuelven un órgano trasplantado hostil protegen contra el rechazo a las pacientes receptoras de donaciones, ya que estimulan la producción de linfocitos T supresores que deprimen la respuesta inmune. No es intuitivo, pero todo apunta a que ocurre así: las niñas, que tienen bajos niveles de hormonas sexuales, sufren más rechazos de órganos donados, mientras que las mujeres jóvenes, sobre todo embarazadas, tienen menos riesgo. Durante la menopausia vuelven a bajar los niveles hormonales, pero la protección contra trasplantes perdura por reducciones sistémicas en la respuesta inmune ligadas a la edad. Esto es una buena noticia, dice el nefrólogo Eduardo Martín, que es responsable de formación en la Organización Nacional de Trasplantes (ONT): “La realidad nuestra es que la mayoría de los trasplantes que se hacen son a gente mayor de 40 años”, afirma.
La cardióloga Ana Ayesta, que participó en el análisis del registro español de trasplantes de corazón hace cuatro años, baraja muchas teorías para explicar la mayor mortalidad de los receptores varones en los trasplantes disparejos. Entre ellas plantea que las madres de chicos ya han estado expuestas a componentes biológicos masculinos durante el embarazo. “Estas mujeres pueden tener una tolerancia añadida a las células de varón”, explica, aunque también señala que la consideración fisiológica del tamaño del órgano es probablemente la más relevante para los corazones. Al margen de las hormonas, es perfectamente plausible que las propias células causen rechazos entre sexos, según el estudio de Tullius y sus compañeros, por las características únicas de los cromosomas sexuales.
Existen unos 50 genes en el cromosoma X que desempeñan funciones inmunitarias, y estos podrían estar más activos en las mujeres, que poseen dos copias del mismo. Además, el cromosoma Y, exclusivo de los varones, alberga componentes genéticos que codifican antígenos solo masculinos; esto podría causar rechazos en trasplantes de hombre a mujer. “Se ha demostrado en trasplantes de médula ósea que la reacción [de las mujeres] al cromosoma Y puede afectar al trasplante”, explica Tullius. Pero el efecto no se ha observado en trasplantes de órganos sólidos; “en éstos las evidencias actuales apuntan a que los órganos masculinos causan respuestas inmunes menos potentes”, añade.
Los médicos coinciden en que estas investigaciones no deben afectar a la distribución de órganos donados con las listas de espera actuales, pero opinan que sí son útiles de cara al desarrollo de tratamientos individualizados. “Ajustando el resto de factores que influyen en la supervivencia postrasplante [...] no es contraindicación absoluta, ni mucho menos, poner un corazón de mujer a un varón, y hay pacientes que van muy bien. Lo esencial es individualizar cada paciente”, defiende Ayesta. Los autores de la investigación apuntan que, junto a la inmunosupresión, se podrían desarrollar terapias para bloquear ciertos receptores hormonales, y así atenuar las diferencias inmunitarias entre hombres y mujeres mediadas por hormonas sexuales. Pero en cualquier caso aseguran que los trasplantes entre sexos no deberían ser causa de preocupación para los pacientes. “El mayor riesgo es no trasplantar”, resume Martín.
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