El cáncer de próstata es, con cerca de 33.000 nuevos diagnósticos en 2017, el tipo de tumor más común entre los varones de nuestro país. Un cáncer, además, que solo en 2014 fue responsable del deceso de 5.855 españoles, siendo esta mortalidad únicamente superada por las asociadas al cáncer de pulmón y colorrectal. De ahí la importancia de un nuevo estudio llevado a cabo por investigadores del Laboratorio Cold Spring Harbor en Laurel Hollow (EE.UU.), en el que se describe cómo lograr que las células del cáncer de próstata acaben consumiendo toda su energía y, en consecuencia, se vean abocadas a morir.
Concretamente, el estudio, publicado en la revista «Cell Reports», muestra cómo la administración de dos fármacos experimentales capaces de inhibir la actividad de las mitocondrias provoca que las células de cáncer de próstata que carecen de la enzima denominada ‘fosfatidilinositol-3,4,5-trisfosfato 3-fosfatasa’ (PTEN) se zampen a sí mismas –literalmente– hasta morir.
Como explica Lloyd Trotman, director de la investigación, «estos nuevos fármacos tienen el potencial de eliminar las células cancerígenas a unas dosis que no provocan ningún efecto en las células sanas. Pero para ello, la coordinación o ‘timing’ es esencial. Y es que cuando los niveles de glucosa son elevados se pierde esta oportunidad de tratamiento. Por tanto, nuestra esperanza es que la administración en el momento oportuno de estos fármacos puede generar una venta óptima para la destrucción selectiva de estas células».
Consumirse hasta morir
La enzima PTEN actúa como un supresor tumoral, es decir, disminuye la probabilidad de que una célula sana se convierta en cancerígena. Tal es así que cuando una célula presenta una mutación en el gen ‘PTEN’, corre un alto riesgo de que la enzima no llegue a expresarse o no funcione adecuadamente y, en consecuencia, pueda acabar transformándose en una célula maligna. Y no solo en el caso de las células de la próstata, sino de otros muchos órganos. Y es que la carencia de la proteína PTEN es una característica común presente en muchos tipos de cáncer. Pero aún hay más. Según el nuevo estudio, parece que también comparten una segunda característica: son especialmente vulnerables a los fármacos que inhiben las mitocondrias, esto es, los orgánulos responsables de producir la energía para las células.
En el estudio, los autores utilizaron dos fármacos experimentales obtenidos de raíces de plantas –la ‘rotenona’ y la ‘deguelina’– y los administraron en un modelo animal –ratones– de cáncer de próstata que carecía de los supresores tumorales PTEN y p53. De hecho, la ausencia de estos dos supresores es común en los varones con cáncer de próstata avanzado y se asocia con la presencia de un elevado número de metástasis. ¿Y qué pasó? Pues dado que tanto la rotenona como la deguelina inhiben las mitocondrias, las células tumorales se vieron obligadas a consumir toda su glucosa almacenada para contrarrestar esta inhibición y obtener energía. Lo cual no parece ser una decisión demasiado acertada. Y es que este consumo de glucosa se llevó a cabo de manera muy rápida y la célula acabó desprovista de toda fuente energética, con lo que acabó muriendo.
Como refiere Lloyd Trotman, «al contrario que las células normales, las células sin PTEN parecen impulsadas a conservar sus mitocondrias a toda costa».
Y la administración de rotenona o de deguelina, ¿no tiene ningún efecto sobre las células ‘normales’? Pues para averiguarlo, los autores repitieron el experimento y se fijaron en lo que ocurría en las células sanas. Y lo que vieron es que la deguelina inhibe la función mitocondrial no solo en las células carentes de PTEN, sino también en las sanas –y por tanto, con PTEN–. Entonces, ¿cómo es que las células con PTEN no se ven afectadas? Pues porque al contrario de las tumorales, utilizan la glucosa de una forma distinta.
Como indica el director de la investigación, «las células sin PTEN utilizan la glucosa del entorno para generar una molécula rica en energía, esto es, el ATP, y llevarla a las mitocondrias para mantenerlas intactas. Y esto es exactamente lo contrario que se supone que deberían estar haciendo las mitocondrias. Se supone que las mitocondrias generan ATP para el resto de la célula, y no al revés».
¿Antidiabético anticancerígeno?
La idea de utilizar inhibidores de las mitocondrias en el tratamiento del cáncer no es, ni mucho menos, novedosa. De hecho, ya hay en marcha distintos ensayos clínicos para evaluar la eficacia de estos inhibidores mitocondriales, incluida la metformina –un fármaco indicado en la diabetes y que constituye uno de los fármacos más utilizados en todo el mundo–, en la prevención y tratamiento de distintos tipos de cáncer.
Como concluye Lloyd Trotman, «en teoría, toda célula tratada con inhibidores mitocondriales agotará su energía y morirá. Pero las células sin PTEN lo harán mucho más rápido. Así, resulta crítico administrar estos inhibidores a los pacientes oncológicos cuando sus niveles de azúcar sean bajos. Una situación totalmente contraria a cómo se están evaluando la metformina y otros fármacos relacionados en el cáncer, porque el protocolo para el tratamiento de la diabetes dicta que estos fármacos deben ser administrados inmediatamente tras las comidas».
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