sábado, 14 de abril de 2018

La enfermedad de la familia que no puede dormir

En ese tiempo en el que la medicina moderna aún se estaba gestando comienza su historia D. T. Max, el autor de La familia que no podía dormir (Libros del K.O.). El libro, publicado por primera vez en 2006 y reeditado ahora en castellano, tiene como protagonista a una familia italiana que desde hace más de dos siglos convive con una maldición. Alrededor de los cincuenta, empiezan a notar la cabeza rígida y ven cómo se les encogen las pupilas. Después comienzan a sudar sin motivo aparente y a sentir escalofríos, y al cabo de un tiempo, dejan de dormir. Sin las funciones reparadoras del sueño, el cuerpo se desmorona y los enfermos de este insomnio familiar fatal (IFF) sucumben a una muerte horrible en pocos meses.

La ciencia moderna no ha ofrecido a aquella familia una cura, pero sí al menos una explicación que no es una fábula. La causa de su insomnio es una infección extraña provocada por proteínas defectuosas conocidas como priones. Las proteínas son los ladrillos fundamentales con los que se construyen los seres vivos y la forma en que se pliegan es clave para que todo funcione correctamente. Por un motivo que aún se desconoce, los priones cambian la forma de plegarse y contagian a las proteínas vecinas que las imitan en sus pliegues erróneos. Cuando se analiza el cerebro de un fallecido por una enfermedad priónica parece agujereado.

En una crónica magistral, D. T. Max relata el camino que ha llevado a la explicación del origen de la IFF y al desarrollo de la ciencia de los priones, un campo con logros tan valiosos como para merecer dos premios Nobel de Medicina en los últimos 40 años, pero que aún no ha logrado una cura para este tipo de enfermedades. Nadie se ha salvado del IFF, el kuru o del mal de las vacas locas, la epidemia que introdujo a los priones en la cultura popular. La ciencia ha ofrecido un relato, pero como cuenta el autor, en el siglo XXI, la familia italiana condenada por el insomnio letal sigue abrazando la fe en busca de esperanza como lo harían sus antepasados ante el mal desconocido.

Aqué dejo el enlace sobre este hecho: https://elpais.com/elpais/2018/04/13/ciencia/1523634351_283199.html

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