En 2029, Finlandia prohíbe usar carbón como energía
Finlandia ya no
utilizará carbón para generar energía por el 2029. El ministro de Medio Ambiente, Kimmo
Tiilikainen, conocido por su defensa en reducir los gases de efecto
invernadero, adelantó el martes pasado un año la prohibición del uso de este
combustible fósil --el plazo previsto hasta ahora era 2030--, a la vez que avanzaba el plan de subsidios que el
gobierno finlandés proyecta para las empresas energéticas que abandonen el
carbón en 2025.
El
objetivo de Finlandia responde al impulso político en consonancia con el
Acuerdo de París y al complejo sistema de plantas de producción combinada de
calor y electricidad (CHP) destinado a abastecer, sobre todo, a los grandes
núcleos urbanos. Renunciar al carbón, que supone el 10% de la energía
finlandesa, supondrá un cambio gradual por otras alternativas durante los
próximos diez años, a un ritmo del 1% anual.
El
plan de eliminación del carbón resulta una buena medida dentro del marco de la Alianza global para Eliminar el Carbón, resaltan Mari
Pantsar y Aarne Granlund, directora e investigador del departamento de Economía
Circular de Carbono Neutral en el Fondo Finlandés de Innovación Sitra. “El
carbón para la electricidad implica 800 gramos de CO2 por
kilovatio hora, mientras que la solar, eólica y nuclear son entre 4-15 gramos
de CO2 por kWh, según el análisis del ciclo de vida. Otra ventaja estará en la
disminución de las importaciones de energía de Rusia, pero con el inconveniente
de que no reducir los derechos de emisión ni las emisiones totales de CO2 en Europa”,
apuntan estos expertos.
Las implicaciones climáticas de la
medida son mínimas, comparte Finnish Energy (ET), la patronal del
sector energético finlandés. “Reducir el carbón a nivel nacional no reducirá el
total de las emisiones de CO2 en la UE. No hay prácticamente ningún beneficio
para el clima. Acelerar la eliminación de 2030 a 2025 costará alrededor de 200 millones
de euros, mientras que la reducción de emisiones en centrales eléctricas
finlandesas supondrá uno o dos millones de toneladas de CO2 totales. El coste
sería de 100 euros por tonelada de CO2 o más. Hay vías más baratas disponibles
en otros ámbitos”, defiende el director general de la entidad, Jukka Leskelä.
Aunque
técnicamente es posible, el objetivo de 2029 supone un margen demasiado corto
para las empresas energéticas, recalca a Leskelä. “Todas tienen un plan para
eliminar progresivamente el carbón hasta 2035, pero el objetivo de 2029
implicará soluciones caras y provisionales”, advierte el portavoz de la
patronal, quien defiende que los productores energéticos están cada vez más
convencidos de prescindir del carbón.
La subvención prometida por el
gobierno finlandés alcanzará los 90 millones de euros para las empresas que
abandonen el carbón en 2025. “Eso cubrirá solo una pequeña parte del costo de
la transición del carbón a las energías alternativas”, indica el profesor Lund.
“El subsidio se dará muy probablemente sólo por la diferencia de coste de
invertir antes en lugar de seguir invirtiendo hasta 2029. Tampoco se ofrece
información de los detalles de la ayuda”, critica Leskelä.
La
dependencia de Finlandia en la energía nuclear se
remonta a su pasado político e industrial. “Para pagar la deuda de la guerra a
la Unión Soviética, desarrollamos industrias pesadas como el acero, el papel y
la celulosa, que requerían una cantidad de energía que en principio se obtuvo
de centrales nucleares en colaboración con los soviéticos, como parte de los
acuerdos comerciales bilaterales. Su vinculación a la industria pesada ha
creado esa dependencia a largo plazo”, apunta Janne I. Hukkinen, profesor de
política ambiental en el Instituto de Ciencia de la Sostenibilidad (HELSUS) de la Universidad de Helsinki.
Pero
la prohibición del carbón significará también, recuerda el investigador
Hukkinen, que las plantas de energía quemen más madera y turba. “La turba --un
carbón ligero y esponjoso que se encuentra en lugares pantanosos--, es igual o
peor que el carbón. Su extracción provoca considerables impactos negativos
sobre la calidad del agua y la biodiversidad. La madera tampoco es mucho mejor,
en relación con el valor inferior de la energía y los efectos secundarios
negativos del cultivo y el procesamiento”, concluye.
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