Es una buena estrategia de selección sexual, pero ser extravagante y seductor requiere un costosísimo gasto de energía. Tanto que, según un estudio que esta semana publicaba la revista «Nature», puede llevar a algunas especies a la extinción. Hasta ahora, había sido difícil determinar si esta hipótesis es cierta porque, en la mayoría de los casos, los científicos no pueden reconocer el sexo de un animal a partir de un fósil.
Sin embargo, los ostrácodos son una
excepción. Estas criaturas tienen formas específicas distintivas de su sexo que
se conservan en el registro fósil. Los animales con cuerpos y conchas alargadas
son machos, mientras que las hembras son generalmente más pequeñas. La concha
alargada acomoda los grandes órganos sexuales del macho. Estos órganos más
grandes presumiblemente producen más
esperma y mejoran las oportunidades de
éxito reproductivo de los individuos.
«Mostramos que cuando los machos son más
grandes y alargados que las hembras, esas especies tienden a no durar tanto en el registro fósil.
Tienen un mayor riesgo de extinción»,
dice el paleontólogo Gene Hunt, autor principal del estudio.
Los investigadores señalan que si lo mismo es
válido para otras especies, los biólogos dedicados a la conservación podrían
tener en cuenta el dimorfismo sexual al evaluar la vulnerabilidad de las
especies a las amenazas ambientales actuales.
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