Los osos polares ejemplifican como ninguna otra especie el drama del cambio climático. El calentamiento global, más acusado en el Ártico, está trastocando el ecosistema del que el Ursus maritimus es la cúspide. Ahora, el seguimiento a una decena de osas ha desvelado que su metabolismo es mucho mayor de lo que se creía. Peor aún, ni siquiera en los mejores días de su temporada de caza logran reponer la energía que pierden. A medio plazo, muchos de estos animales están condenados.
Las focas, en particular la foca anillada y la foca barbuda, son la base principal de la dieta de los osos polares. Aunque hay diferencias regionales, casi siempre las cazan de la misma manera: se sientan al borde del hielo y esperan pacientemente. Pueden estar así días hasta que aparece el hocico de una foca y la sacan como si tuvieran un arpón. Su temporada de caza va pareja al deshielo: empieza en abril y acaba en otoño, a medida que el hielo vuelve a cubrir todo el océano. En los meses de primavera y verano tienen que comer todo lo que puedan ya que pasaran casi todo el invierno en ayunas.
Esa forma de cazar y las largas temporadas sin comer había hecho creer a los científicos que el metabolismo de los osos polares era muy lento, algo que les podría ayudar ante los tiempos de dificultad provocados por el deshielo acelerado. Sin embargo, un grupo de investigadores de EE UU ha comprobado que, aún sentados durante días esperando una presa, los osos polares tienen un ritmo metabólico mucho más elevado de lo que se suponía.
El estudio, publicado en Science, muestra también que estas necesidades metabólicas suben hasta las 12.300 kcal/día de media cuando están activos. Para mantener este equilibrio energético, los autores del estudio estiman que una osa sin crías tendría que comerse una foca anillada adulta o tres jóvenes focas o 19 crías cada 10 o 12 días. El problema es que este ritmo de caza es el que necesitan para ir tirando. Para sobrevivir al invierno requerirían algo más.
Como escriben los investigadores, "los osos polares obtienen la mayoría de su grasa corporal a finales de la primavera y principios del invierno, cuando llegan a alcanzar una grasa relativa de un kilogramo de grasa por kilogramo de masa magra". Sin embargo, en los 10 días de abril de 2014, 2015 y 2016 que los investigadores rastrearon a las osas estudiadas, ninguna alcanzó tal equilibrio. De hecho, cuatro de ellas llegaron a perder hasta el 10% de su masa corporal el breve espacio de tiempo que fueron rastreadas. Y eso que abril y mayo son los meses centrales de su temporada de caza.
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