El vello facial ha acompañado al ser humano desde sus inicios. Nadie puede poner en duda que los primeros homínidos tenían más vello que los hombres actuales. Históricamente el primer retrato de un hombre bigotudo es una estatuilla que se encuentra en el Museo Louvre de París, que representa al mayordomo Keti y que data de la dinastía VI del Antiguo Egipto (2350-2190 a.C).
Más allá de la moda, las barbas son un nido de indeseables bacterias, tal y como demostró hace ya algún tiempo un grupo de científicos de la Universidad de Aston (Birmingham, Inglaterra). En este estudio se puso de manifiesto que los pelos de un hombre barbudo contienen unas 20.000 bacterias, entre ellas se encontraba la E. coli, un patógeno responsable de infecciones gastrointestinales y urinarias. Las muestras microbiológicas fueron tomadas con la ayuda de una torunda, sin necesidad de cortar el vello.
Estudios anteriores ya había tachado a las barbas de poco higiénicas, certificando que los hombres con vello facial son más propensos a sufrir infecciones cutáneas y a transmitirlas a otras personas.
Cuando la cuestión parecía zanjada, otro estudio reabrió el debate. En esta ocasión fue realizado en un hospital estadounidense y vino a demostrar que los trabajadores barbilampiños tenían más probabilidades de albergar en el vello facial una bacteria multirresistente (Staphylococcus aureus resistente a meticilina) que los que lucían frondosas barbas. Esto se debía a que un tipo de bacterias que colonizaban la barba, se comporta agresivamente, siendo capaz de acabar con la bacteria que los antibióticos no pueden.
No hay comentarios:
Publicar un comentario