martes, 20 de febrero de 2018

Los descubridores de esta nueva sustancia no saben qué la produce, pero puede aniquilar bacterias

90 años después de descubrir la penicilina, el ser humano ha abusado tanto de los antibióticos que las bacterias se están haciendo resistentes. Hacen falta nuevas sustancias para combatir las infecciones más virulentas. Una de esas sustancias acaba de aparecer por sorpresa en un puñado de tierra.


El compuesto es doblemente misterioso no solo porque lo teníamos literalmente bajo nuestros propios pies, sino porque los microbiólogos responsables de su descubrimiento no saben exactamente qué microorganismo lo ha producido en primer lugar. Aunque suene contraintuitivo, muchas de las sustancias que usamos para combatir infecciones bacterianas proceden de otras bacterias. La estreptomicina, por ejemplo, la produce la bacteria Streptomyces griseus, un microorganismo hallado precisamente en el suelo de una granja en Nueva Jersey.
Sean Brady y sus colegas de la Universidad Rockefeller en Nueva York llaman al compuesto malacidina. ¿Cómo es posible hallar un compuesto si no se conoce la bacteria que lo creo? Brady y su equipo encontraron el compuesto secuenciando todo el ADN de una muestra de suelo y buscando alguna cadena de genes interesante.
Lo que encontraron fue una cadena de genes relacionada con la dependencia del calcio. Se sospechaba que existen bacterias que producen antibióticos que solo atacan las paredes celulares en presencia de calcio. Esta característica haría que el antibiótico resultante fuera mucho más difícil de combatir por parte de las bacterias infecciosas.
Los microbiólogos secuenciaron esa cadena de ADN y la inyectaron en una bacteria conocida que sí es capaz de reproducirse de manera controlada en cultivo de laboratorio. La bacteria adoptó el ADN y comenzó a producir una sustancia nueva: la malacidina.
Al aplicar la nueva sustancia sobre bacterias resistentes a antibióticos como la temida MRSA, la malacidina demostró ser devastadora. No solo mata a las bacterias, sino que estas son incapaces de desarrollar resistencia incluso tras semanas de tratamiento. La sustancia interfiere en la manera en la que las bacterias construyen sus paredes celulares. Las células de los seres humanos funcionan de manera completamente diferente y la malacidina es inocua para ellas.
Brady y sus colegas no tienen ni idea de dónde procede la malacidina, pero no necesitan saberlo. Ahora que su ADN está secuenciado y es conocido, están en condiciones de comenzar a investigar cómo producirla en masa. Los investigadores han publicado los resultados de su hallazgo en la revista Nature Microbiology, pero no se han detenido ahí. Además han fundado una compañía llamada Lodo Therapeutics cuyo objetivo es precisamente estudiar mediante secuenciación de ADN em bruto de los medios naturales en los que las bacterias crecen, proliferan y evolucionan: suelo, tierra, aguas residuales, alcantarillado...
Brady y sus colegas creen que el cultivo bacteriano tradicional solo cuenta una pequeña parte de la historia sobre las bacterias. La técnica empleada para encontrar la malacidina puede servir para hallar muchas otras sustancias beneficiosas. En cuanto a la malacidina, aún tardaremos unos años en verla como tratamiento.

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