Debido a esta señal de alarma, llegan las
avispas Cotesia rubecula y Cotesia
glomerata. En cuanto detectan el aroma adecuado, descienden hasta las
plantas y atacan a las orugas depredadoras. En concreto, usan un aguijón como
aguja hipodérmica para introducir los huevos fecundados de sus crías en el
cuerpo de las orugas. Estas crecen dentro del animal, alimentándose de él y
trastocando incluso su metabolismo. Esto convierte a esta avispa en un parasitoide: es decir, en un parásito
que pone sus huevos en otros animales a los que acaba matando.
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Los huevos que crecen dentro de las orugas y
puestos por las parasitoides se desarrollan y permiten que las larvas formen
capullos que emergen de la piel de las orugas. Después, las avispas
hiperparásitas ponen sus huevos dentro de los capullos, permitiendo que sus
crías se alimenten de las otras. El
resultado final es digno de un cruce entre las películas «Alien» y «Origen».
Los estudios han mostrado que las dos avispas
parasitoides C. rubecula y C.glomerata no producen el mismo aroma. La avispa
hiperparasitoide L. nana prefiere a la segunda, C. glomerata, que además es
atacada por hasta cuatro especies de avispas hiperparasitoides. Mientras tanto,
la avispa C. rubecula pasa relativamente desapercibida, gracias a que produce
un aroma menos atractivo.
Por si fuera poco complicado, resulta que hay
hiperparasitoides que ponen sus huevos en los huevos de otros hiperparasitoides,
ya sean de la misma especie o de otra. Al final, una simple oruga puede ser
atacada por hasta cuatro niveles de avispas.
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