El proceso se llama translocación de ADN y consiste en el
traslado de material genético de un lado a otro de un organismo. “Lo estudiamos
en una bacteria que tiene la capacidad de ‘guardar’ esta información como un
mecanismo de adaptación y supervivencia. Ahora, avanzamos en intentar entender
más sobre ese funcionamiento y desarrollamos un modelo matemático para hacer
simulaciones”, explica Osvaldo Chara, investigador independiente del CONICET en
el Instituto de Física de Líquidos y Sistemas Biológicos (IFLYSIB,
CONICET-UNLP) y líder del grupo de biología de sistemas (SysBio, por su nombre
en inglés) (España) que ha publicado recientemente un trabajo en la revista
Scientific Reports.
La bacteria empleada
se llama Bacillus subtilis y la eligieron porque se trata de un sistema
biológico simple que sirve como modelo para estudios microbiológicos. Lo que ya
se sabía es que, frente a condiciones ambientales adversas como ascenso o
descenso de temperatura, cambios bruscos en el pH o presencia de radiación, es
capaz de crear una nueva versión de sí misma en la que guarda una copia
completa de su genoma. Esa especie de célula hija se llama espora y es más
pequeña, aunque con una membrana mucho más resistente al exterior. Puede
permanecer durante cientos de años en lo que sería el equivalente a una
hibernación en animales, y despertar cuando el entorno vuelve a ser favorable.
“La de ahora es una
condición más realista: hay una molécula llamada adenosina trifosfato (ATP, por
sus siglas en inglés), que mediante una reacción química libera mucha energía
que le sirve al organismo para realizar algún trabajo mecánico”, apunta Augusto
Borges, estudiante de Física en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) e
integrante del grupo, y continúa: “Antes habíamos visto que, cuando no hay ATP,
la proteína SpoIIIE explora rápidamente largas regiones de ADN –que en el
modelo matemático graficamos como un extenso fideo– para encontrar secuencias
específicas, es decir partes, que aceleran el proceso de translocación porque
actúan como señales de tránsito y le indican en qué dirección está la espora,
el destino final de la información genética que está transportando”.
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