jueves, 10 de mayo de 2018

ADN antiguo: la cápsula del tiempo del ser humano




El 12 de octubre de 2008 se llevó a la Estación Espacial Internacional un microchip que contenía una grabación digital de la secuencia genética de, entre otros, el físico Stephen Hawking, la modelo de la revista Playboy Jo Garcia y el atleta Lance Armstrong. El objetivo de este proyecto, llamado The Immortality Drive (en español, el disco de la inmortalidad) es conservar el ADN humano en caso de que en nuestro planeta ocurra algún cataclismo. Adelantándose a unas condiciones muy adversas, este dispositivo podría recuperar la información biológica de nuestra especie, tal y como somos ahora. Del mismo modo, en arqueología, la secuencia genética contenida en los restos enterrados de nuestros ancestros puede llegar hasta nuestros días como una cápsula del tiempo de cómo fuimos.

El ADN antiguo puede decirnos incluso dónde estuvimos, cuáles fueron nuestros hábitos o qué enfermedades padecimos. Como seres humanos, llevamos en la faz de la Tierra más de 300.000 años y desde entonces son muchos los kilómetros que hemos recorrido y los ambientes a los que nos hemos adaptado, modelándose nuestro genoma a cada paso que hemos dado y cambiando según las relaciones que hemos tenido con nuestros congéneres. Mientras que la ciencia intenta, con ahínco, desvelar cómo salimos de África, los movimientos migratorios por otros continentes siguen siendo un auténtico misterio. Este es el caso de los primeros pobladores de Asia y cómo ocurrieron después las sucesivas oleadas que fueron reemplazando a sus habitantes. En la estepa euroasiática, una región de 8.000 kilómetros desde Hungría hasta el noreste de China, los flujos hacia un lado y hacia otro ocurrieron de una forma muy rápida, lo que ha despertado el interés de numerosos científicos, como el antropólogo Eske Willerslev, de la Universidad de Copenhagen (Dinamarca).

Sin embargo, los restos fósiles de los seres humanos no sólo conservan la información genética de nuestro antiguo ADN. Nuestro organismo aloja numerosos microorganismos con los que convivimos y otros que nos atacan, como virus y bacterias que nos producen enfermedades. El virus de la hepatitis B (abreviado como VHB), que hoy en día afecta a 257 millones de personas en todo el mundo, también nos infectó en el pasado hace miles de años. Así lo corrobora un tercer estudio de secuenciación genética publicado en la revista Nature. En él, el grupo de investigación patología evolutiva de Barbara Mühlemann, de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) ha analizado 304 individuos (los 137 del estudio de Eske Willerslev y 167 humanos de la Edad del Bronce.

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