Los minicerebros cultivados a partir de células madre son una realidad. Miden unos 4 milímetros de diámetro y tienen 2 o 3 millones de células (en comparación con 86.000 millones de neuronas de un cerebro humano típico). Duran vivos un par de años. Si las células madre se obtienen de la piel de un paciente, los minicerebros tendrán su autismo, esquizofrenia o microcefalia inducida por el virus Zika. Son sistemas muy valiosos para investigar las causas últimas de esas condiciones neurológicas. También se pueden trasplantar a ratones, cosa que se ha hecho con cierto éxito.
Por el momento, los minicerebros solo pueden recibir unas señales sensoriales muy primarias, por ejemplo cuando se asocian con células de retina, y las conexiones que pueden formar con otras regiones cerebrales son limitadas. Pero solo estamos en el amanecer de esta biotecnología. La jurista Nita Farahany, directora de la iniciativa para la ciencia y la sociedad de la Universidad de Duke, el neurocientífico Christof Koch, el genetista George Church y otros 12 colegas han publicado en Nature un borrador de recomendaciones para los legisladores y el público informado, o el que desee informarse.
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