Los macrófagos son las células especializadas del sistema inmune encargadas de eliminar los ‘cuerpos extraños’ que campan por el organismo (ya sean virus, bacterias o células cancerígenas). Lo que hacen es ‘fagocitarlos’ (comérselos). El problema es que las células tumorales tienen mecanismos para defenderse y evitar ser engullidas, como portar en su superficie una proteína (CD47) que envía a los macrófagos un mensaje claro y contundente: ‘no me comas’.
El equipo de investigación de Irving
Weissman fue el primero en diseñar un anticuerpo anti-CD47. De acuerdo con los
estudios llevados a cabo con modelos animales de cáncer, este anti-CD47 mejora
de manera muy notable la capacidad de los macrófagos para combatir el cáncer,
llegando en algunos casos a erradicar completamente los tumores. Tal es así que
el anticuerpo anti-CD47 ya se está evaluando en un ensayo clínico en fase I en
seres humanos con tumores sólidos y distintos tipos de leucemia.
Sin embargo,
ha surgido un problema adicional: las células cancerígenas no cuentan con una
única vía para defenderse de los macrófagos, sino con dos. En el nuevo estudio,
los autores han identificado la presencia en la superficie de las células
tumorales de una estructura proteica denominada ‘complejo mayor de
histocompatibilidad de clase 1’ (CMH clase 1).
Asimismo, han observado que los
tumores humanos con niveles elevados de este CMH de clase 1 en su superficie
son más resistentes al tratamiento con anticuerpos anti-CD47.
La mayoría de las
células del organismo expresan el CMH de clase 1 en sus superficies como una
forma de mostrar al sistema inmune el estado de las proteínas que se encuentran
en su interior.
En el estudio, los autores analizaron la función del CMH de
clase 1 en la superficie de las células cancerígenas. Y lo que vieron es que
este CMH se une a una proteína denominada ‘LILRB1’, que se encuentra en la
superficie de los macrófagos. El resultado de esta unión es, una vez más, la
anulación de la capacidad de estas células inmunes para fagocitar a las células
tumorales.
Por tanto, no basta solo con inhibir la acción de la proteína CD47.
También hay que actuar frente al CMH de clase 1. Como indica Amira Barkal,
co-autora de la investigación, «el bloqueo simultáneo de estas dos vías en
ratones dio lugar a la infiltración del tumor con muchos tipos de células
inmunes y promovió una significativa reducción de las masas tumorales. Estamos
emocionados con la posibilidad de emplear una doble, o quizás una triple,
terapia en humanos en la que combinar múltiples vías de inhibición del
crecimiento tumoral».
Irving Weissman concluyó, «en algunos tumores, la
expresión de CMH de clase 1 no se ve reducida, lo que ayuda a las células
cancerígenas a escapar de los macrófagos. Nuestros resultados nos permiten
identificar muchas de las vías por las que las células tumorales evaden la
acción de los macrófagos y cómo podemos bloquear estos mecanismos de escape. Es
posible que futuros estudios identifiquen más de estos mecanismos, lo que nos
ofrecerá dianas adicionales para la inmunoterapia frente al cáncer».
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