lunes, 9 de octubre de 2017

La terapia genética, un arma contra la leucemia que dispara el optimismo

Células asesinas que son transfundidas en el interior del organismo humano para que ataquen cualquier elemento que consideren extraño; retirar del torrente sanguíneo de los enfermos de leucemia millones de glóbulos blancos, manipularlos genéticamente para que reconozcan y eliminen el cáncer, replicarlos y reintroducirlos en el paciente. Por increíble que parezca no se trata de curas mágicas que salvan la vida del protagonista de una producción cinematográfica sino de terapia genética, una novedosa arma contra el cáncer que abre las puertas a una forma completamente distinta de tratar esta enfermedad.

Centros de investigación, universidades y laboratorios del mundo entero están en una carrera febril por desarrollar y conseguir la aprobación de estas nuevas terapias. Y el laboratorio Novartis ya ha cruzado la meta. La FDA, la agencia estadounidense reguladora de medicamentos, responsable de asegurar la seguridad y la efectividad de los tratamientos autorizados en Estados Unidos, y cuyas decisiones son adoptadas por buena parte de países del mundo, acaba de aprobar un medicamento para niños con leucemia llamado Kymriah que ya en su fase de pruebas salvó a una pequeña que estaba a punto de fallecer y consiguió que la enfermedad remitiera en el 83% de los niños que padecían la enfermedad.

El tratamiento recién aprobado sale al mercado a un precio de 475.000 dólares que, aunque sólo se cobrarían si la enfermedad remite, suponen un coste muy elevado justificado por las industrias farmacéuticas con el hecho de que cada tratamiento debe hacerse en exclusiva para cada paciente y con la necesidad de recuperar la inversión en Investigación y Desarrollo.

¿Podrían los gobiernos o los ciudadanos de estos países costear tratamientos genéticos cuando hoy en día carecen de recursos para asegurar la financiación de servicios mucho más básicos?

Ambas propuestas reflejan la creencia de que la gestión de estas tecnologías solo puede hacerse evaluando en términos sociales y económicos su eficacia y el número de personas que se verían beneficiadas, negociando los precios, decidiendo qué cubrir, cuándo y para quién y fomentando un uso racional de las mismas. Porque todas ellas serán decisiones que deberán ser tomadas en un futuro más o menos inmediato, hay mucho en juego y el final feliz no vendrá marcado por los títulos de crédito de una producción cinematográfica.

https://elpais.com/elpais/2017/09/04/mamas_papas/1504533034_317676.html

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