La inteligencia, está definida como «la capacidad de aprender, razonar y
resolver problemas.
En las últimas décadas, diversos estudios han pretendido averiguar si
ese importante rasgo, la inteligencia, es hereditario y depende de los genes o,
más bien, se aprende y se potencia con la educación y el entorno.
Recientemente, un estudio publicado en la revista «Molecular Psychiatry»
y realizado por científicos de las universidades de Edimburgo, Southampton y
Harvard, presentó los últimos avances en esta área y que implican, hasta ahora,
al mayor número de personas analizadas, 248.482 individuos.
A través de una novedosa técnica, los autores del estudio han cruzado
vastos análisis de genomas con trabajos que cuantificaban la capacidad de los
individuos bien a través de test de inteligencia, o bien por aproximación. Después
de comparar genes y resultados en tests de inteligencia, los investigadores
identificaron, a parte de 538 genes relacionados con la inteligencia, también
187 regiones de los cromosomas humanos que desempeñan un papel importante.
Todos ellos, además, están implicados en las funciones normales del sistema
nervioso, como el crecimiento de las neuronas, su regulación o el
establecimiento de conexiones neurales.
En concreto, los autores han relacionado genes cruciales en la formación
de neuronas y en la mielinización, con la inteligencia. Estos procesos tienen,
al menos en roedores, un papel clave en la flexibilidad cognitiva.
«Lo que muestra este estudio es que hay una fuerte influencia del
ambiente»; «resalta la importancia de la educación y el entorno en la
inteligencia». Y eso, sin tener en cuenta que, hay varias inteligencias: la
emocional, la espacial, la matemática, la creativa, etc.
Pita, autor de una obra sobre el papel de los genes como «dictadores» en
los rasgos humanos, explica que esos 538 genes identificados por la
investigación dirigida por Hill representan «variantes genéticas que hacen a
las personas más propensas a ser inteligentes», pero que no garantizan
disfrutar de esa cualidad.
La mayoría de los genetistas considera que la inteligencia es un rasgo
que depende en un 50 por ciento de los genes y en un 50 por ciento del ambiente.
Plomin y Stumm concluyen en su análisis que esta este nuevo estudio tiene
un gran potencial; creen que podrá usarse para predecir la inclinación de una
persona para aprender, razonar o resolver problemas. Pero advierten frente a la
estigmatización y la aparición de la idea de que las personas están
determinadas biológicamente a ser listas o idiotas.
La conclusión es que por ahora se sabe que hay miles de genes implicados
en la inteligencia y que solo explicarán el 50 por ciento de esta, el resto
dependerá de la educación y el ambiente.
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