Una de las principales causas de
la osteoporosis es la ruptura de un equilibrio perfecto. En el interior de los
huesos hay un tipo de células llamadas osteoblastos que crean hueso y otras
llamadas osteoclastos que lo devoran. Juntas contribuyen a mantener los huesos
sanos. El problema llega cuando la producción de las células devoradoras de
hueso se dispara. es algo que sucede especialmente en mujeres que han pasado la menopausia, pero la
osteoporosis se da también en hombres, incluidos jóvenes, y también en
pacientes que sufren otras enfermedades, como la diabetes.
Actualmente existen fármacos
contra la osteoporosis, pero tienen efectos secundarios y no son del todo específicos.
Este trabajo desvela un “mecanismo desconocido” que regula la proliferación de
osteoclastos y que podría convertirse en una nueva diana a la que dirigir un
fármaco que frene la pérdida de hueso. El
objetivo es que estas células coman menos hueso y el hecho de que el fármaco
usado ya exista puede facilitar las cosas.
El mecanismo se centra en la
actividad de una proteína conocida como receptor X de retinoides (RXR). El
estudio demuestra en ratones que bloquear la actividad de esa proteína en las
células madre que producen osteoclastos hace que los machos tengan huesos más
densos y que las hembras no tengan un esqueleto más débil cuando experimentan
una disminución de estrógenos similar a la menopausia. Lo lógico tras este
nuevo descubrimiento sería buscar una sustancia capaz de modular la actividad
de RXR. Pero los responsables del trabajo muestran que ya existe. Se trata del
bexaroteno, un fármaco ya aprobado para tratar linfomas cutáneos y que bloquea
la producción de osteoclastos actuando sobre la proteína RXR.
El equipo cree que este u otro
tipo de tratamiento podría usarse contra la osteoporosis si los resultados se
replican en personas. Lo ideal, señalan, sería dirigir y modular el nuevo
tratamiento para que el hueso recuperase el equilibrio anterior a la
enfermedad. “El objetivo es que estas células coman menos hueso, y el hecho de
que el fármaco usado ya exista puede facilitar las cosas”, comenta Mercedes
Ricote, investigadora del CNIC, que ha liderado el trabajo. En el estudio
también han participado expertos de la Universidad de Barcelona así como
investigadores en Alemania, Francia y Bélgica.
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