Los mosquitos que quizá salven millones de vidas humanas en el futuro viven en un sótano del sur de California al que únicamente tiene acceso un reducido grupo de personas. Detrás de dos pesadas puertas de acero, cada una de las cuales solo se pude abrir si la otra está cerrada, los insectos zumban en cubiletes para palomitas y se atiborran de sangre de gallina.
Se trata de mosquitos de la especie Anopheles stephensi. En India son considerados los principales transmisores de la malaria. Sin embargo, los insectos que viven en el exilio estadounidense han perdido esa capacidad. La causa es que el grupo de trabajo de Anthony James, de la Universidad de California en Irvine, les ha implantado dos genes que neutralizan los agentes patógenos de la enfermedad. Pero esto no es todo: si los insectos de los cubiletes se apareasen con mosquitos salvajes de su misma especie, los individuos de la siguiente generación tampoco podrían transmitir la malaria a los seres humanos. Y lo mismo ocurriría con sus descendientes, y con los descendientes de sus descendientes. Nunca más.
James tiene 65 años y ha dedicado casi toda su vida profesional a perseguir este objetivo. Conoce a fondo la genética de los mosquitos y ha sido el autor de las recombinaciones de material genético que impiden que estos insectos transmitan los parásitos causantes de la malaria. Sin embargo, para dar el último y definitivo paso —hacer extensiva esta característica a toda una población—, él y sus colaboradores han tenido que emplearse a fondo. Ninguno de sus intentos funcionaba como esperaban. Sin embargo, al investigador le ha llegado su oportunidad: el año pasado se descubrió un truco tan sencillo como efectivo que podría convertir a los mosquitos modificados genéticamente en una nueva alternativa en la lucha contra la enfermedad.
Una de las razones por las cuales la idea es tan tentadora es que los buenos resultados de las demás medidas contra los mosquitos dependen de que la gente las ponga en práctica. Hay que fumigar con insecticida, eliminar el agua estancada en la que los insectos pueden poner sus huevos, dormir bajo una mosquitera impregnada, y hacerlo toda la vida, a diario y con regularidad. Precisamente por eso tantos intentos han fracasado. Bien la gente baja la guardia, bien los mosquitos se adaptan a los productos químicos empleados.
En la actualidad, los insectos ya son resistentes a un buen número de agentes tóxicos.La técnica, denominada “genética dirigida”, otorga superpoderes a un gen por la vía de la herencia. Mientras que la reproducción sexual siempre da como resultado una combinación de los legados genéticos del padre y de la madre, con la genética dirigida se impone invariablemente el carácter manipulado. En el caso de los mosquitos de Anthony James, esto significa que, en teoría, una pareja de insectos modificados con esta técnica sería capaz de inmunizar contra los agentes patógenos de la malaria a toda una población de congéneres en el lapso de pocas generaciones sin más intervención del ser humano. Para el mosquito tigre, portador en potencia del dengue, la fiebre amarilla y el zika, también se están desarrollando impulsores genéticos. ¿Supone esto que ciertos problemas mundiales de salud se podrían solucionar liberando una pareja de mosquitos manipulados genéticamente?
En la actualidad, los insectos ya son resistentes a un buen número de agentes tóxicos.La técnica, denominada “genética dirigida”, otorga superpoderes a un gen por la vía de la herencia. Mientras que la reproducción sexual siempre da como resultado una combinación de los legados genéticos del padre y de la madre, con la genética dirigida se impone invariablemente el carácter manipulado. En el caso de los mosquitos de Anthony James, esto significa que, en teoría, una pareja de insectos modificados con esta técnica sería capaz de inmunizar contra los agentes patógenos de la malaria a toda una población de congéneres en el lapso de pocas generaciones sin más intervención del ser humano. Para el mosquito tigre, portador en potencia del dengue, la fiebre amarilla y el zika, también se están desarrollando impulsores genéticos. ¿Supone esto que ciertos problemas mundiales de salud se podrían solucionar liberando una pareja de mosquitos manipulados genéticamente?
Al parecer, el nuevo método es mucho más barato y eficaz que los insecticidas o que los mosquitos esterilizados por manipulación genética “normal”. En el caso de estos últimos, hace falta soltarlos repetidas veces en cantidades enormes para obtener resultados. Además, la técnica llega en un momento en el que la velocidad a la que se propaga el virus del zika está poniendo de manifiesto la vulnerabilidad a las enfermedades.
Pero, ¿realmente deberíamos aprovechar esta oportunidad? Los insectos que diseminan libremente genes extraños en el entorno son una categoría muy diferente de los ratones genéticamente modificados, que jamás han salido del laboratorio. La genética dirigida juega con la evolución. ¿Qué ocurriría si la recombinación del ADN pasase involuntariamente a otras especies o se produjesen mutaciones accidentales que se propagasen por transmisión hereditaria acelerada y agravasen aún más la malaria? ¿A quién le corresponde decidir la utilización de seres vivos que no reconocen las fronteras? Los impulsores genéticos son como los males de la caja de Pandora: una vez han salido al mundo, ya no se pueden volver a encerrar.
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