domingo, 26 de marzo de 2017

Así alargó la jirafa su cuello

"Unos pocos genes muestran cómo ha sido la evolución del animal más alto de la Tierra"


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Cambios en unos pocos genes explican la particular e imponente figura de la jirafa. Convertida en una de las grandes disputas sobre la evolución de las especies, la secuenciación del genoma de la Giraffa camelopardalis ha permitido identificar las mutaciones genéticas que explican cómo este animal emparentado con los antílopes se convirtió en el más alto que pisa el planeta.
El cuello de la jirafa y el porqué de su largura forma parte ya de la cultura popular. Los dos pioneros de la evolución, el francés Jean-Baptiste Lamarck y el inglés Charles Darwin, usaron a la jirafa para explicar cómo evolucionaban las especies. A comienzos del siglo XIX, Lamarck, que postuló la heredabilidad de los caracteres adquiridos, sostuvo que las jirafas, en su afán por llegar a las hojas más altas, fueron alargando sus cuellos generación tras generación, un alargamiento que acabó por heredarse.
Años más tarde, Darwin le daría la vuelta: por azar, en cada generación algunas jirafas tendrían el cuello más largo, lo que les daría una ventaja adaptativa primando su éxito reproductivo, haciendo que, a la larga, todas las jirafas tuvieran cuellos largos.
La secuencia genética del Okapi es muy parecida a la de la jirafa ya que ambos divergieron de un ancestro común hace apenas 11 o 12 millones de años, poco tiempo en la escala temporal evolutiva. A pesar de su estrecha relación evolutiva, el okapi se parece más a una cebra y no tiene la impresionante altura y capacidad cardiovascular de la jirafa. 
Un siglo y medio después, la genética aclara cómo acabó la jirafa pareciendo una jirafa. Un grupo de investigadores estadounidenses y tanzanos han secuenciado el genoma de la jirafa masai. Para localizar que cambios genéticos hacen tan especial a la jirafa, los científicos compararon ambos genomas con el de otras cuarenta especies de mamíferos, entre ellos los humanos.

Ambos animales comparten la gran mayoría de los poco más de 17.000 genes que forman su genoma pero, en 70 de ellos, la jirafa acumula una serie de cambios que explicarían el éxito evolutivo de un animal que puede rozar los seis metros de altura, que necesita de un descomunal corazón para bombear la sangre dos metros de cuello arriba y que ha desarrollado paredes reforzadas en los vasos sanguíneos de sus extremidades inferiores para que no revienten. Además, en su evolución, su aparato digestivo ha aprendido a sacarle todo el jugo a las hojas de la espinosa y tóxica acacia.
En cuanto al debate entre el darwinismo y el lamarckismo, la genética no da un claro ganador sobre el origen del largo cuello de la jirafa: "Vemos señales darwinianas en al menos tres genes que potencialmente controlan modificaciones epigenéticas (lamarckianas)".




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