Los hidratos de carbono son
necesarios para aportar energía en casi todas las actividades, y la cantidad de
glucógeno en los músculos y el hígado tiene un efecto directo sobre el
rendimiento.
Una
concentración elevada de glucógeno en los músculos permite entrenar a una
intensidad óptima y obtener mayores mejoras en el entrenamiento.
Por otra parte, una
concentración baja de glucógeno en los músculos hace que
sobrevenga pronto la fatiga, reduce la intensidad del entrenamiento y hace que
el rendimiento sea menos óptimo.
El glucógeno es básicamente largas cadenas
de glucosa almacenadas para usarlas como energía, de ahí su
importancia en el deporte, ya que con unos niveles aproximados de 40 mmol/kg el
rendimiento físico se ve seriamente afectado. Una persona normal almacena unos 100 mmol/kg
de glucógeno muscular.
Un entrenamiento normal consume
alrededor de unos 25-50gr de glucosa dependiendo del tiempo y la intensidad, a
veces más a veces menos.
Si no se
consumen suficientes hidratos de carbono entre sesiones, el bajo nivel
previo al ejercicio de las reservas musculares de glucógeno reducirá el nivel
de rendimiento o, dicho de otro modo, limitará la duración e intensidad de los
entrenamientos. Se producirá un descenso de la capacidad de resistencia, de la
potencia y la fuerza; la fatiga aparecerá antes y las mejoras aportadas por el
entrenamiento serán escasas.
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