Las
diferencias genéticas importantes no solo están en la secuencia de ADN, sino
también en otras cosas que se pegan encima de ella (modificaciones
epigenéticas, encima de los genes). Científicos de la Universidad Hebrea de
Jerusalén, el Instituto Max Planck de Leipzig y las universidades de Oviedo y
Cantabria han reconstruido por primera vez los mapas epigenéticos de los
neandertales y los denisovanos, y los han comparado con los humanos modernos.
Hay 2.000 regiones genómicas diferentes, entre ellas las que albergan a los
genes Hox que organizan el cuerpo de todos los animales, lo que explica las
diferencias morfológicas entre los tres grupos de humanos.
Los
investigadores han utilizado los genomas de alta calidad obtenidos de los
huesos fósiles de dos mujeres que vivieron hace unos 50.000 años: una
neandertal y una denisovana. Esta última especie se ha definido en años
recientes a partir de su ADN fósil, y apenas se sabe nada de su morfología ni
de su extensión geográfica. La gran innovación del estudio es que los
científicos han encontrado una forma de deducir las pautas de activación
genética de esas dos especies.
Una de las
principales modificaciones epigenéticas es la adición de un grupo metilo a una
de las letras del ADN (la c, o citosina). Esta actividad de metilación nació
evolutivamente como un sistema para inactivar a los transposones, antiguos
genomas de virus que han perdido su capacidad infectiva pero conservan la de
moverse de un sitio a otro por el genoma.
La metilación
sirve hoy además para inactivar grandes tramos de ADN humano, incluida la
totalidad de un cromosoma X en las mujeres. Los humanos empezamos el desarrollo
con la mayoría de los genes abiertos, y el desarrollo del embrión implica la
desactivación progresiva de unos genes u otros en cada zona del cuerpo.
Los patrones
de metilación son idénticos al 99% entre los humanos modernos y las dos
especies antiguas. Los diamantes residen en el 1% restante, y las joyas de la
corona son dos genes Hox cuyo patrón de actividad difiere netamente entre las
especies antiguas y la moderna. Estos genes forman filas en el genoma (del Hox1
al Hox13), y definen zonas igualmente consecutivas del cuerpo. Por ejemplo,
cabeza, cuello, dorsales, lumbares y demás; u hombro, brazo, antebrazo, muñeca,
palma de la mano y dedos.
Los cambios
de metilación en esos dos genes Hox se corresponden con las diferencias
morfológicas entre los humanos antiguos y modernos, como la longitud del fémur,
el tamaño de las manos y los dedos y la anchura de los codos y las rodillas.
Fuente: El País
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