Los orígenes de nuestra estirpe, los primeros animales que
nadaron por los océanos precámbricos hace unos 600 millones de años, han dejado
de ser un misterio. No son las esponjas, como los evolucionistas habían
supuesto, sino los llamarlos ctenóforos. Son superficialmente parecidos a
medusas, con un cuerpo de consistencia gelatinosa y simetría radial. La
secuenciación de su genoma revela ahora que son un fósil viviente de nuestros
primeros padres, los primeros animales que evolucionaron desde los organismos
unicelulares que les precedieron en la historia de la vida.
Joseph Ryan y sus colegas estaban en lo cierto, los
ctenóforos habrán desbancado a las esponjas como pioneros de la vida animal, y
la historia de nuestra evolución temprana tiene que sufrir algunos ajustes.
La cuestión más importante tiene que ver con las llamadas
capas germinales, uno de los conceptos más importantes de la evolución y el
desarrollo. La mayoría de los animales, incluido este, empiezan el desarrollo
como gástrulas, unas esferas huecas con tres capas de células. La capa de fuera
(ectodermo) da lugar a la piel y el sistema nervioso; la de dentro (endodermo)
genera el sistema digestivo y las vísceras. Y la que está entre ambas
(mesodermo) produce el esqueleto y los músculos.
Como el mesodermo no existe en los animales más simples,
como las esponjas (poríferos) y las medusas (cnidarios), los naturalistas han
supuesto durante más de un siglo que esa capa germinal, y los tipos de células
que construyen el músculo, habían evolucionado tardíamente. Pero los ctenóforos
sí tienen mesodermo y células musculares. Estos son los animales más
primitivos, más primitivos que las esponjas y las medusas, por lo que el
mesodermo es una invención evolutiva tan antigua como las otras dos capas
germinales. Y este invento se perdió después en las esponjas y las medusas.
Realizado por: Noelia Pérez González
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