Los equipos de secuenciación masiva de ADN se están convirtiendo en uno de
los principales aliados de los investigadores a la hora de desvelar las raíces
genéticas de las enfermedades de mayor incidencia. Uno de los últimos hallazgos
tiene que ver con el alzhéimer. Mutaciones en un gen especialmente activo en
zonas del cerebro sensibles a la aparición de la enfermedad duplica el riesgo
de sufrir la patología en edad avanzada.
Esta enfermedad neurodegenerativa se desencadena por la muerte neuronal
vinculada a la presencia de dos estructuras aberrantes en el cerebro: la
proliferación de las llamadas placas seniles y la formación de los ovillos
neurofibrilares.
La investigación, que publica este miércoles la revista Nature, pone el
foco en las placas seniles. En concreto, en el gen fosfolipasa (PLD3), que los autores del trabajo vinculan a la generación
de beta-amiloide. Investigadores de la Universidad
de Washington en San Luis estudiaron los perfiles
genéticos de 29 pacientes afectados y 11 libres de la enfermedad a partir de 14
familias con un historial de alzhéimer de aparición tardía. Al cruzar los datos
obtenidos, observaron que la presencia de una rara variante del gen “incrementa
significativamente” el riesgo de desarrollar la enfermedad, una probabilidad
que fijaron en el doble de la población general.
En total, se examinaron las
características genéticas de unas 11.000 personas, y la mutación original se
detectó en menos de un 1% de los afectados. “Esta es la gran debilidad del
trabajo, el efecto de la mutación es notable, pero el impacto clínico será
limitado al ser tan minoritaria”, apunta Agustín Ruiz, de la Fundación ACE-Instituto Catalán de
Neurociencias Aplicadas.
El trabajo de grupo estadounidense no es el primero que relaciona
mutaciones genéticas y alzhéimer. Desde 1993 se han descrito 24 alteraciones.
El estudio describe al PLD3 como una pieza clave en esta compleja
enfermedad en la que, no existe un consenso científico sobre los mecanismos
biológicos que la desencadenan. Los investigadores observaron en cultivos que
altos niveles de expresión del gen y de la presencia de la proteína estaban
relacionados con bajos niveles de beta-amiloide, mientras que, en el caso
contrario, aumentaban los niveles del péptido cuya acumulación en placas es uno
de los rasgos de la enfermedad. Este mismo fenómeno lo observaron en muestras
de tejido cerebral obtenido de personas afectadas al compararlo con personas
libres de alzhéimer.
Dado que los trabajos de la industria farmacéutica dirigidos a hacer frente
a la enfermedad están centrando sus esfuerzos en combatir la acumulación de
beta-amiloide, para Ruiz resulta especialmente relevante que se haya
identificado el protagonismo del PLD3 y su papel en la creación de las placas
seniles. Ahora, el objetivo es confirmar los resultados descritos, actuar sobre
su actividad y observar si es una opción útil en el abordaje terapéutico de la
enfermedad.
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