Una proteína que activa la producción de nucleótidos
(las letras químicas a, c, g, t que son los eslabones del ADN) se ha mostrado
capaz de revocar los síntomas de envejecimiento prematuro en ratones. El
hallazgo de un equipo del Centro Nacional de
Investigaciones Ontologicas (CNIO). “En las personas muy mayores aparecen
problemas oculares, óseos, que se sabe empíricamente que se alivian con ácido
fólico”, explica Óscar Fernández - Capetillo, director del grupo de
Inestabilidad Genómica del CNIO. “Pero el ácido fólico es un precursor de los
nucleótidos”, añade. La conclusión es que si se puede estimular este proceso en
humanos, es posible que sirva para combatir algunos síntomas del
envejecimiento.
La proteína en cuestión se llama Rrm2.
Para llegar a determinar su papel, los investigadores siguieron un elaborado
proceso. Partieron de ratones mutados para que tuvieran menos copias de otra
proteína, la ATR. Esta molécula es responsable de reparar el genoma. El ADN de
los seres vivos tiene que copiarse cada vez que una célula se divide, y, como
en los procesos de los amanuenses medievales, cada vez que se reproduce
aparecen mutaciones. La ATR actúa como un corrector que va reescribiendo el
mensaje. Los ratones con baja cantidad de ATR acumulan más fallos en sus genes,
lo que les lleva a envejecer antes. Sufren una enfermedad similar a lo que en
humanos se denomina síndrome de Seckel, una enfermedad rara conocida
popularmente como síndrome de la cabeza de pájaro porque quienes la padecen
sufren microcefalia y tienen una nariz muy peculiar, parecida a un pico. Con
este primer paso han creado el problema: animales que envejecen antes de lo
normal.
La solución estaba en otra mutación, pero al revés. En
vez de tener pocas copias de una proteína, se vio que si tenían muchas de la
Rrm2 los síntomas del envejecimiento (y del síndrome) se revertían. La vida
media de los animales de experimentación pasó de 24 semanas a 50. Por eso esa
proteína es clave para la solución del problema.
“Hace ya tres años empezamos a tener evidencias de que
cuando una célula tenía problemas para replicarse, lo intenta desde más sitios.
Si estaba usando unos cien lugares de su genoma conocidos como orígenes de
replicación, cuando ve que no puede llevar a cabo el proceso, se acelera, y
empieza a hacerlo desde 200 sitios”, explica Fernández-Capetillo. El resultado
de esta frenética actividad es que los nucleótidos, los eslabones del ADN, se
agotan en el núcleo celular, y las copias salen defectuosas. “Esto se había
estudiado en cáncer”, señala el investigador, donde hay una proliferación
celular descontrolada, con muchas copias de cada célula gestándose cada vez.
Su relación con el envejecimiento viene de otro
trabajo con levaduras, indica el investigador: se vio que cuando estas “tenían
problemas con su ATR”, la molécula que repara el ADN, “estos se podían mejorar
añadiendo más nucleótidos”. “Nuestra idea fue: ‘A ver si haciendo algo parecido
mejoramos el envejecimiento”, cuenta.
Con la parte ya demostrada, el trabajo pendiente es
enorme. Primero, hay que probar si la Rrm2 funciona en ratones que no hayan
sido envejecidos en el laboratorio. De ello se ocupará Andrés López Contreras,
primer firmante del artículo, que trabaja en Copenhague. Luego vendría todo el
proceso de escalado de ratones a personas, para ver si las mismas proteínas
tienen el mismo efecto, y si la forma de activarlas es similar. Un largo
recorrido que puede frustrase en cualquier etapa. Es lo habitual en toda
investigación.
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