Cada persona tiene en su interior
alrededor de un kilo de microorganismos. Es lo que los científicos llaman
microbiota, básicamente bacterias —ya hay descritas más de 1.200 especies
distintas, pero seguro que aparecerán más—, pero también virus, hongos y
levaduras, explica como introducción Francisco Guarner, presidente del comité
científico del cuarto congreso sobre microbiota intestinal.
De este conjunto de diminutos
huéspedes, la mayor parte está en el colon.
Cada persona tiene una composición
única, no solo de especies, sino incluso de cepas. Su estudio y el de su
impacto en la salud del anfitrión está en auge, y, abarca no solo la digestión,
sino procesos inflamatorios, inmunitarios, cánceres, e incluso depresión o autismo.
La mayoría son estudios en los que se observa una correlación entre la variedad
y composición de la microbiota y los problemas sanitarios, pero ya empiezan a
describirse mecanismos de varios de estos nexos.
Estos microorganismos también se
relacionan con el sistema inmune. “La superficie intestinal tiene muchos
folículos linfoides que están en contacto con la microbiota”, explica Guarner.
“Cuando esta tiene mayor variedad, de alguna manera entrena al sistema
inmunitario que comete menos errores”. Este mejor funcionamiento del sistema
inmune afecta, por ejemplo, a la colitis irritable y a la enfermedad de Crohn.
Otra relación que se presentó es la
de la microbiota con el cáncer de hígado. En este caso es más clara: las
bacterias atraviesan la pared intestinal y llegan al hígado, expuso Robert
Schwabe, de la Universidad de Columbia. En este caso, algunos antibióticos
dirigidos podrían ayudar.
Fuera del entorno digestivo,
también hay relaciones interesantes. Por ejemplo se ha visto que enriquecer la
microbiota mejora la depresión en ratones, y que en niños autistas la variedad
de las bacterias es muy inferior a la normal.
Muchos son estudios preliminares,
pero apuntan al enorme campo que se abre con lo que los científicos califican
como nuevo órgano del ser humano.
FUENTE: EL PAÍS.
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