El cobre es necesario para el
organismo, ya que juega un papel importante en la transmisión nerviosa, el
crecimiento de los huesos, la formación de tejidos y la secreción hormonal. Se
ingiere por múltiples vías, incluyendo el agua (por las cañerías de ese material),
los suplementos nutricionales y ciertos alimentos como la carne roja, el
marisco, los frutos secos y muchas frutas y vegetales. Pero también puede tener
efectos negativos. Unos investigadores en Estados Unidos han descubierto cómo
la acumulación de cobre dispara e intensifica la enfermedad de alzheimer al
impedir la eliminación de proteínas tóxicas en el cerebro, lo que acelerar su
acumulación.
Si el cobre se acumula, puede
romper el sistema que controla lo que entra y lo que sale del cerebro de manera
que se alcanzan niveles tóxicos de la proteína beta amiloide característicos del alzheimer. Los
investigadores han determinado que en circunstancias normales, la beta amiloide
es eliminada del cerebro por otra proteína, la LRP1, que está presente en los
capilares que suministran sangre al cerebro. Pero el cobre llega al torrente
sanguíneo y se acumula en los vasos que van al cerebro, especialmente en las
paredes celulares de los capilares y como las células que se encuentran en esas
paredes son una parte esencial del sistema de defensa del cerebro, cuando se
acumula el metal tiene un efecto tóxico.
Tras algunos experimentos, los investigadores
observaron que el metal altera la función de la LRP1 por oxidación, impidiendo
la retirada de proteínas beta amiloides del cerebro. También observaron que el
metal estimulaba la actividad de neuronas, que incrementaban la producción de
proteína beta amiloide y provocaba la formación de conglomerados complejos que
el sistema de protección cerebral no puede limpiar. Por lo tanto los científicos
concluyeron que el cobre es un factor clave en el Alzheimer.
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