martes, 19 de abril de 2016

La ciencia reconecta los pensamientos y los músculos de un tetrapléjico

“Es la primera vez que una persona completamente paralizada ha recuperado el movimiento utilizando sólo sus pensamientos”, afirma Chad Bouton, director del equipo científico de Battelle antes de incorporarse al Instituto Feinstein para la Investigación Médica, en Nueva York. En 2014, su grupo ya anunció que Burkhart había sido capaz de hacer movimientos más sencillos, como mover torpemente los dedos o cerrar el puño. Ahora el chico es capaz de coger una botella, llenar un vaso y remover su contenido con una cucharilla. 
Estamos en las primeras etapas de desarrollo en el laboratorio, pero esperamos que algún día podamos mejorar esta tecnología hasta el punto de que pueda ayudar a gente con lesiones medulares, pero también a personas que hayan sufrido un ictus o incluso un traumatismo cerebral”, expone Bouton. El objetivo de los investigadores es que el dispositivo, en fase experimental y todavía muy aparatoso, funcione sin cables en el futuro lejano, conectando los pensamientos con los músculos.
“Lo ideal es que todo el sistema fuera implantado y subcutáneo, pero esa tecnología está sin desarrollar”, apunta el neurocientífico colombiano , del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, centro de referencia de lesiones medulares en España. Collazos subraya que el chico tetrapléjico acudió tres veces por semana durante 15 meses a sesiones de entrenamiento con el sistema. “Los electrodos implantados dentro de sistemas nerviosos provocan inflamación, las neuronas se pueden atrofiar y sus señales se pierden. En este caso, en los 15 meses de entrenamiento se perdió el 60% de los sitios de registro”, advierte el neurocientífico, ajeno al nuevo estudio. Collazos trabaja precisamente en la búsqueda de nuevos materiales que permitan el funcionamiento de los electrodos durante años dentro del cerebro.
“No solo tenemos que miniaturizar la tecnología, también necesitamos que sea capaz de proporcionar señales cerebrales útiles al menos durante 10 años, pero hasta la fecha solo tenemos estudios de unos pocos años en humanos”, admite Bouton. Su paciente, el joven que un día se quedó paralizado jugando con las olas, es más optimista: “Siempre he tenido un cierto nivel de esperanza, pero ahora sé, de primera mano, que en la ciencia y en la tecnología se van a producir avances que van a mejorar mi vida”.

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