La medicina regenerativa más avanzada del mundo se inventó en el jurásico. Es la que sigue utilizando el ajolote, un anfibio mexicano de garboso aspecto y asombrosas habilidades biológicas: no solo es capaz de regenerar una mano o una cola perdida, sino también su corazón y otros órganos internos. Los científicos del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) han dado un paso en esa dirección al lograr la reprogramación (o regreso al pasado inmaduro) de las células adultas en ratones in vivo. La idea es que esas células sirvan algún día para reparar tejidos dañados sin sacarlas del cuerpo, como las del ajolote.
Los científicos de Madrid han adaptado la técnica del científico japonés Shin’ya Yamanaka, que recibió el premio Nobel en 2012 por hallar la receta –un simple cóctel de cuatro proteínas reguladoras, o de sus genes— capaz de devolver las células humanas al estado primigenio de células madre. Pero, donde Yamanaka trabajaba con células en cultivo, la nueva investigación lo hace dentro del cuerpo, en el lugar de la lesión. El trabajo, dirigido por Manuel Serrano, merece uno de los artículos principales de Science.
''Si las células saben reprogramarse in vitro es porque también lo hacen en cierto modo in vivo.''
Serrano explica que el trabajo trata sobre la reprogramación in vivo usando los genes de Yamanaka (OSKM, por las cuatro iniciales de esos genes). “Es todavía un tema abierto hasta qué punto la reparación fisiológica de tejidos usa un mecanismo parecido a la reprogramación OSKM”, reconoce el director del estudio. “Sin duda los detalles no serán los mismos, pero va afianzándose la idea de que la reprogramación OSKM no es algo totalmente artificial que Yamanaka descubrió por una carambola increíble; si las células saben reprogramarse in vitro es porque también lo hacen en cierto modo in vivo”.
En el caso de estos experimentos in vivo, o dentro del cuerpo, el regreso al pasado de las células no llega tan lejos como al estado embrionario, cuando las células madre pueden aún convertirse en cualquier tejido u órgano del cuerpo. Aquí se trata solo de un regreso (o des-diferenciación) parcial, hasta el estado de inmadurez relativa relevante en la zona dañada. La esperanza de Serrano es que entender cómo ocurre la reprogramación OSKM in vivo puede dar claves sobre cómo ocurre de manera fisiológica.
Los científicos del CNIO ha comprobado que una reprogramación eficaz tiene que ocurrir en un contexto de daño tisular. “De ahí hemos seguido indagando”, dice Serrano, “y hemos visto que las células dañadas, o senescentes, secretan factores solubles que son importantísimos para la reprogramación de las células vecinas; la más importante es la interleucina-6”.
El objetivo final, aún lejano, es la aplicación clínica. “Una idea”, explica Serrano, “es usar unos nuevos fármacos llamados pro-senescentes. Estos fármacos disminuyen el umbral de daño requerido para que una célula entre en senescencia. Si se los das a una persona sana, no pasa absolutamente nada. Pero, si se lo das a una persona con un cáncer, las células cancerosas pueden activar el programa de senescencia”.
El principal fármaco pro-senescente actual es el palbociclib, que fue aprobado en 2015 por la FDA (la agencia estadounidense del medicamento), la semana pasada por la EMA (la agencia europea) para tratar un tipo de cáncer de mama metastásico. Los investigadores del CNIO han demostrado que el palbociclib incrementa la reprogramación de las células por el sistema OSKM.
“Una de nuestras prioridades ahora es tratar con palbociclib a tejidos dañados, en ausencia de OSKM”, adelanta Serrano. “La interleucina-6 es otra vía de posible aplicación, pues es una proteína soluble y comercial que se puede administrar y que también hemos visto que mejora la reprogramación”. Un par de ideas mientras conseguimos convertirnos en ajolotes.