jueves, 10 de mayo de 2018

Parásitos de parásitos de parásitos

Todo comienza en las orugas de la mariposa de la col. Felices e ignorantes de lo que les aguarda, las orugas se alimentan de hojas de la familia de las crucíferas, como la col. En respuesta a los bocados, las plantas emiten compuestos volátiles, que nosotros interpretamos como “aroma”, pero que son una señal de alarma para las plantas vecinas.

Debido a esta señal de alarma, llegan las avispas Cotesia rubecula y Cotesia glomerata. En cuanto detectan el aroma adecuado, descienden hasta las plantas y atacan a las orugas depredadoras. En concreto, usan un aguijón como aguja hipodérmica para introducir los huevos fecundados de sus crías en el cuerpo de las orugas. Estas crecen dentro del animal, alimentándose de él y trastocando incluso su metabolismo. Esto convierte a esta avispa en un parasitoide: es decir, en un parásito que pone sus huevos en otros animales a los que acaba matando.
Pero la oruga tiene una terrible venganza preparada, sin siquiera saberlo. Una investigación publicada recientemente en Proceedings of the National Academy of Siences ha demostrado que cuando las avispas «pican» a las orugas, les inyectan un virus que protege a las crías frente al sistema inmune de los lepidópteros. El problema es que este virus inyectado cambia la saliva de las orugas y lleva a que el olor liberado por las coles sea distinto. Este «nuevo» aroma alerta a otra avispa asesina. Esta no ataca a la oruga, sino a las otras avispas. Se trata de la avispa Lysibia nana, que pone sus huevos dentro de los huevos de la primera avispa, lo que la convierte en un hiperparasitoide.

Los huevos que crecen dentro de las orugas y puestos por las parasitoides se desarrollan y permiten que las larvas formen capullos que emergen de la piel de las orugas. Después, las avispas hiperparásitas ponen sus huevos dentro de los capullos, permitiendo que sus crías se alimenten de las otras. El resultado final es digno de un cruce entre las películas «Alien» y «Origen».

Los estudios han mostrado que las dos avispas parasitoides C. rubecula y C.glomerata no producen el mismo aroma. La avispa hiperparasitoide L. nana prefiere a la segunda, C. glomerata, que además es atacada por hasta cuatro especies de avispas hiperparasitoides. Mientras tanto, la avispa C. rubecula pasa relativamente desapercibida, gracias a que produce un aroma menos atractivo.
Por si fuera poco complicado, resulta que hay hiperparasitoides que ponen sus huevos en los huevos de otros hiperparasitoides, ya sean de la misma especie o de otra. Al final, una simple oruga puede ser atacada por hasta cuatro niveles de avispas.

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