sábado, 12 de mayo de 2018

El hongo que mata a los anfibios proviene de Corea.

El Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) (España) ha participado, junto a 37 instituciones científicas más, en el análisis de 230 muestras del hongo Batrachochytrium dendobatidis para secuenciar su genoma. Los resultados, que se publican hoy en la revista Science, revelan la existencia de cuatro linajes genéticos. Tres están distribuidos por todo el mundo, el cuarto solo se encuentra en ranas nativas de la península de Corea. El linaje coreano es el más parecido al ancestro que originó todos los linajes actuales del hongo y presenta mayor diversidad genética que el resto. Los investigadores urgen prohibir el comercio de anfibios como mascotas para asegurar la supervivencia de las especies vulnerables.

Las herramientas genéticas han permitido descubrir que, contrariamente a lo que se pensaba, la enfermedad se ha extendido por el mundo fundamentalmente en los últimos 50 a 120 años, coincidiendo con la expansión del comercio global. “Paradójicamente, el mismo mundo globalizado que nos permite tener mascotas del otro lado del mundo en nuestras casas, puede provocar que nuestros hijos nunca lleguen a conocer muchas de las especies que llevan miles de años conviviendo con el ser humano”, se lamenta el investigador del MNCN Jaime Bosch, descubridor del primer brote causado por este hongo en Europa y uno de los firmantes del estudio.

“La prohibición del comercio de especies no es un capricho”, apunta Bosch. Hace menos de cuatro años descubrieron la existencia Batrachochytrium salamandrivorans, una segunda especie del hongo que está devastando las poblaciones centroeuropeas de salamandras. “Ese hongo llegó hasta Europa a través de la red de venta de anfibios como mascotas. Mantener este mercado es extremadamente arriesgado dado el altísimo riesgo de que pueda extender por el mundo nuevas formas de este hongo desconocidas hasta el momento”, continúa.

“Haber descifrado el genoma y los linajes el hongo es un primer paso para lograr curarlo y, hasta que ese momento llegue, es imprescindible tratar de frenar su expansión”, concluye el científico.

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