viernes, 6 de mayo de 2016

Los microbios de la piel son una huella dactilar permanente



La cantidad y diversidad de microorganismos que viven en la Tierra es tan inmensa que, recientemente, un estudio alertaba de que aún faltaban por descubrir el 99,999 por ciento de las especies de seres vivos gracias a ellos. Hongos, bacterias y virus (unas criaturas que no suelen ser consideradas como seres vivos) son, además de diversos y abundantes, capaces de vivir en casi cualquier lugar: pueden prosperar en el subsuelo, en la boca humana, en chimeneas volcánicas y en llanuras resecas y congeladas.
Mientras se encuentra o no vida microbiana en Marte, lo cierto es que la ciencia está avanzando muy rápidamente en el estudio de estos seres vivos. Lo está consiguiendo gracias a la metagenómica, una técnica de secuenciación que permite leer los genes presentes en un puñado de tierra o en una gota de agua y deducir cuántos y cuáles microbios hay. Gracias a esto, este jueves un estudio presentado en la revista «Cell» ha averiguado que los microorganismos que viven en la piel humana son muy resistentes a las perturbaciones y que apenas cambian a lo largo del tiempo. Como cada persona tiene su propia composición de microorganismos, se podría decir que son una auténtica huella dactilar que no se borra con el tiempo.
Esto podría tener en el futuro prometedoras aplicaciones: «Nuevos estudios podrían valerse de este conocimiento para entender cómo ciertas perturbaciones o enfermedades pueden alterar a los microbios de la piel», ha dicho Julie Segre, coautora del estudio e investigadora en el National Human Genome Research Institute. «Por ejemplo, estudiar el acné podría permitirnos descubrir si hay ciertas cepas de microbios que crecen durante la adolescencia o si se pueden aplacar usando antibióticos».
Aparte de estas prometedoras aplicaciones, los investigadores descubrieron con asombro que los ecosistemas de microbios que encontraron en la piel apenas cambiaban a lo largo del tiempo. Ni el contacto con otras personas, la ropa, la llegada a nuevos ambientes o los hábitos de higiene parecieron ser capaces de cambiar la firma o la huella dactilar microbiana. Más bien parecía que la piel tendía a conservar su propia «personalidad» en vez de adquirir nuevas variedades de microbios.
Cada persona tiene su propia firma de formas de vida, hongos, bacterias y virus, viviendo sobre la piel

Un punto caliente, los pies

Pero no todas las pieles son iguales. Su grosor, el grado de hidratación o la exposición al exterior mostraron ser factores capaces de afectar a la composición de las comunidades. Por ejemplo, los sitios aceitosos, como la parte externa del canal auditivo (dentro de la oreja), mostraron tener las ciudades de microorganismos más estables. Por otro lado, los pies y otras zonas húmedas del cuerpo, mostraron tener menos estabilidad, a causa de las medidas de higiene y la variación de las condiciones.
Los investigadores sospechan que este tipo de variaciones son las que explicarían por qué el eccema suele salir en zonas húmedas detrás de las articulaciones, en brazos y piernas, o por qué la soriasis aparece en zonas secas y expuestas, como los codos y las rodillas.
Sin embargo, aún no hay que echar las campanas al vuelo. El estudio se ha hecho analizando los genes de los microbios de tan solo 12 personas y solo en tres ocasiones, al mes y al año de la primera medición. Para representar la diversidad de todos los microbios que viven sobre la piel, escogieron 17 zonas de las que extraer los genes.
Por ello, los investigadores esperan hacer más estudios con más personas, y a ser posible con pacientes que padezcan eccemas y deficiencias del sistema inmune. En el futuro, quizás sería posible tratar de estimular a las poblaciones de microbios o incluso trasplantarlas con la finalidad de curar enfermedades.

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